jueves, 16 de junio de 2011

Alba Soto Ruiz

La calma

Calma. Esa es la palabra que mejor lo definiría en este momento.
Descansa tranquilamente sobre la almohada, que contrasta con su oscuro pelo. Con respiraciones lentas, su pecho va subiendo y bajando, tranquilo, regular. Su respiración es suave, casi un ronroneo. Estamos cerca, puedo notar su calor. De inmediato, siento ganas de abrazarlo, parece tan frágil y feliz. Todavía recuerdo el día que nuestras vidas se entrelazaron. Meses atrás, una mañana de invierno, nuestras miradas se habían encontrado. Separados por unos pocos metros, nos miramos y él se acercó. En ese momento supe que jamás podría olvidarlo, que jamás podría darle la espalda, que jamás me arrepentiría de haberlo conocido.
De repente, con violencia, se abre la puerta y entra mamá con un montón de ropa. Nos mira y se queda ahí de pie, sorprendida, indignada, desconcertada. Su cara hace una mueca y grita:
-¡Pero cuantas veces te he dicho que no quiero que duermas con el gato!

No hay comentarios:

Publicar un comentario