jueves, 16 de junio de 2011

Alba Soto Ruiz

La calma

Calma. Esa es la palabra que mejor lo definiría en este momento.
Descansa tranquilamente sobre la almohada, que contrasta con su oscuro pelo. Con respiraciones lentas, su pecho va subiendo y bajando, tranquilo, regular. Su respiración es suave, casi un ronroneo. Estamos cerca, puedo notar su calor. De inmediato, siento ganas de abrazarlo, parece tan frágil y feliz. Todavía recuerdo el día que nuestras vidas se entrelazaron. Meses atrás, una mañana de invierno, nuestras miradas se habían encontrado. Separados por unos pocos metros, nos miramos y él se acercó. En ese momento supe que jamás podría olvidarlo, que jamás podría darle la espalda, que jamás me arrepentiría de haberlo conocido.
De repente, con violencia, se abre la puerta y entra mamá con un montón de ropa. Nos mira y se queda ahí de pie, sorprendida, indignada, desconcertada. Su cara hace una mueca y grita:
-¡Pero cuantas veces te he dicho que no quiero que duermas con el gato!

Marina González Perea

Una lágrima descontrolada

Tras colgar el teléfono, una lágrima descontrolada cayó por su mejilla. Pero al mirar otra vez la pantalla del móvil, se dio cuenta de que ya se había acabado el sufrimiento. El dolor iba a desaparecer.

Victoria Pérez Cerezo

Noches en vela a la espera de tu llamada,
mi mirada fijamente desafiaba a la almohada
que anonadada se siente vacía,
quiere sentir nuestros latidos sobre ella y escuchar nuestra melodía.

Y pasan las horas y ya es de día,
apenas he podido conciliar el sueño, menuda porquería.
Desnuda entre las sabanas y el roce entre ellas me hace feroz,
añoro tus caricias y a la vez extraño tu voz.

Me noto tan diferente que ya no sé ni quien soy yo.
Tan distante al resto que entre esto pude saciar mis dudas.
Pensé en dártelo todo y rectifiqué.
No me preguntes por qué, porque ni yo misma lo sé.

Las agujas del reloj marcan las doce
y mi brújula perdió el norte en el corte de las once.
Mientras observo los posos del café,
no quise ser gafe pero perdí la fe.

Y me muestro indiferente entre tanta gente.
Victoria quiere pasar desapercibida.
Tanta hipocresía hay en esta vida,
tantos vicios y fantasías prohibidas.

Que me borran mis ilusiones entre lápiz y cuaderno,
entre cuerpo y cuerpo.
Entre tus labios y los míos, suspiros incandescentes
de dos mundos completamente diferentes

Y pego mi espalda húmeda contra la pared.
Las llamas apagadas de tus lágrimas quitan mi sed.
Pero las agujas avanzan y el tiempo no se frena,
la tinta prosigue y, en el papel, plasmada se queda.

Fragmento utilizado para la realización de la creación personal

Blanco y Negro

Dicen que el amor es suficiente, 
pero no tengo el valor de hacerle frente.
Tú eres quien me hace llorar,
pero sólo tú me puedes consolar.

Malú

miércoles, 15 de junio de 2011

Manuel Sánchez Fresneda

Efectos del maltrato

En este mundo influenciado por la gente que nos rodea, no hay sitio para chicos y chicas “diferentes” a la gente normal. Un claro ejemplo de ello fue el asesinato de cinco profesores y más de diez alumnos, todo esto provocado por el maltrato que sufrió el asesino cuando era pequeño.

La historia comienza a los cinco años, cuando el primer día de escuela, los compañeros de clase empezaron a reírse de él y todo debido a que no tenía pelos en la cabeza, era calvo. Esto tuvo torturado al niño durante toda su vida, teniendo que ir a un psicólogo y atravesando por muchísimos problemas con sus padres.

Pero a los doce años, cuando Augusto entró al instituto, tuvo un cambio de personalidad impresionante, y empezó a juntarse con gente que no debía. Un día, llegó a clase tarde, como siempre hacía, y los compañeros empezaron a reírse de él, ya que había bebido más de la cuenta. Augusto, harto de todo, sacó un arma que llevaba escondida y empezó a disparar. El resultado fue el expuesto: cinco profesores y más de diez alumnos muertos.

El maltrato psicológico es un método para humillar a alguien y cuyos efectos se ven con el tiempo. Normalmente, los familiares no se dan cuenta, pero pienso -y creo que mucha gente estará de acuerdo conmigo- que los profesores, al igual que los padres, deberían prevenir este maltrato que tanto perjudica a la juventud, y que provoca daños en el chico o chica que los padecen; pueden llevar a matar, como ya hemos podido contemplar.

El maltrato no se puede eliminar por completo, pero sí se podría evitar, en la medida de lo posible, la aparición de éste. 

Jesús Rodríguez Castellón

LOS TIEMPOS CAMBIAN

Es una pena tener que volver a escribir, ya que siempre que lo hago es para denunciar una mala noticia, una mala situación de algo o, simplemente, una injusticia. Esta vez quiero hablar del acoso escolar, eso que conlleva a muchos jóvenes a acabar con su vida o a hacer cualquier barbaridad.
Hace una semana, un chico que solía ser maltratado por sus propios compañeros de clase, consiguió un arma de fuego y quiso matar a todos sus compañeros. Gracias a Dios no pasó nada al final y todo acabó en un susto. Pero lo que sí ha pasado es que un joven está destrozado psicológica y físicamente. Me pregunto, ¿qué se le puede pasar por la cabeza a un joven para intentar matar a todos sus compañeros? Tiene que ser terrorífico. Pero lo que sí es terrorífico es lo que hacen muchos jóvenes con sus compañeros de clase: abusar de ellos porque tienen algún tipo de discapacidad o, simplemente, les han caído mal.
Yo pienso que esto debería estar más controlado, ya que intentos de asesinatos, como el de la semana pasada, no se aprecian casi, pero acosos escolares suceden día a día, y con ayuda de todos podemos terminar con ellos.

Manuel Manrique Martínez

Tiroteo reprimido en la Universidad de Madrid

Se conoce la historia de muchos niños que desde pequeños han sido bien educados, bien tratados, socialmente bien atendidos, que han llegado a ser unos personajes bastante importantes en el futuro. Pero ¿qué pasa con esos niños que desde pequeños son maltratados y acosados por sus compañeros?
Nos acaba de llegar la historia de Manuel Pérez, un estudiante de Química en la Universidad de Alfonso X de Madrid. El joven de 21 años mató a cuatro de sus compañeros de clase con una pistola de nueve milímetros. Fue arrestado por la policía casi al instante, pero eso no evitó que cometiese tal acto. Según varias pruebas que le han realizado a este sujeto, parece ser que iba bajo los efectos de las drogas.
Sus compañeros nos han contado que cuando él solo tenía seis años, ya era insultado por los alumnos de su clase, incluso maltratado físicamente. Le llamaban “Manolito Caramierda”. Bonito mote, ¿no?
La rabia contenida de estos niños es guardada durante muchos años y, cuando explotan, los resultados pueden ser tan catastróficos como los de Manuel Pérez. Por tanto, si ustedes son padres, ¿no creen que deberían preocuparse un poco por las actividades sociales de sus hijos?

Vídeo Clip utilizado para realizar la columna periodística