Noches en vela a la espera de tu llamada,
mi mirada fijamente desafiaba a la almohada
que anonadada se siente vacía,
quiere sentir nuestros latidos sobre ella y escuchar nuestra melodía.
Y pasan las horas y ya es de día,
apenas he podido conciliar el sueño, menuda porquería.
Desnuda entre las sabanas y el roce entre ellas me hace feroz,
añoro tus caricias y a la vez extraño tu voz.
Me noto tan diferente que ya no sé ni quien soy yo.
Tan distante al resto que entre esto pude saciar mis dudas.
Pensé en dártelo todo y rectifiqué.
No me preguntes por qué, porque ni yo misma lo sé.
Las agujas del reloj marcan las doce
y mi brújula perdió el norte en el corte de las once.
Mientras observo los posos del café,
no quise ser gafe pero perdí la fe.
Y me muestro indiferente entre tanta gente.
Victoria quiere pasar desapercibida.
Tanta hipocresía hay en esta vida,
tantos vicios y fantasías prohibidas.
Que me borran mis ilusiones entre lápiz y cuaderno,
entre cuerpo y cuerpo.
Entre tus labios y los míos, suspiros incandescentes
de dos mundos completamente diferentes
Y pego mi espalda húmeda contra la pared.
Las llamas apagadas de tus lágrimas quitan mi sed.
Pero las agujas avanzan y el tiempo no se frena,
la tinta prosigue y, en el papel, plasmada se queda.
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